miércoles, 15 de abril de 2015

LOS TRES VENENOS

AFERRARSE AL ODIO ES COMO TOMAR VENENO Y ESPERAR QUE LA OTRA PERSONA MUERA”
BUDHA
 Bienvenidos a este blog,  hoy comentaremos un principio budista que es común a todas las tradiciones, aunque los nombres cambian el trasfondo es el mismo, hablamos de Los tres venenos.
Como ya se ha comentado a lo largo de las diferentes entradas de este blog, todo se origina en la mente del ser humano, en ella se encuentra la prisión o la libertad, la salud o la enfermedad, el sufrimiento o la felicidad, todo depende de cómo percibamos las situaciones que se nos presentan, de la decisión de tomar el control de nuestras vidas y de elegir el camino que queremos llevar y que nos conduzcan a la liberación y posterior iluminación, todo esto con el menor sufrimiento o sin él.  
Sin embargo, estos caminos están colmados de obstáculos, unos físicos, otros ilusorios pero obstáculos al fin. El librar estas dificultades es lo que enriquece y da valor a nuestra vida, nos llena de satisfacción y felicidad el haber podido sortear con habilidad lo que nos impide concretar nuestras metas, sean éstas de índole espiritual o material, recordemos que ambas son complementarias.
Para poder avanzar en nuestro camino, debemos vencer primero a nuestra mente, encontrar el antídoto para los tres venenos mentales que nos pueden impedir en forma definitiva alcanzar logros, bendiciones y liberaciones en nuestro andar por los caminos espirituales, estos tres venenos son: la codicia o avidez, el odio y la ignorancia o estupidez, el nombre varía según la escuela o doctrina budista que las enseña.
Empecemos con el primero de los venenos que nos atan mentalmente al mundo de los deseos mundanos.
LA CODICIA.-  El primero de los venenos es la codicia, llamada también avidez, y corresponde a la imagen mental del deseo llevado a la obsesión, ambicionar con vehemencia, el querer ostentar todo en esta vida, el querer tener lo que otro posee, sus casas, sus autos, su riqueza, sus mujeres u hombres, etcétera.
 Este veneno lleva aparejado el apego en su existencia, es decir una afición o inclinación desmedida hacia las cosas, incluso la vida, en una entrega anterior comenté que incluso la devoción es apego, el querer lograr la iluminación “a costa de lo que sea” nos habla de una codicia, de un apego de un deseo vehemente y egoísta por poseer un estado que aún no tenemos, ese tipo de veneno, la codicia, nos impide vivir en nuestro presente, nos llena de dukkha, sufrimiento, nos impide ver la bondad en los demás y , lo que es más importante, nos evita sacar a flote nuestra humanidad bondadosa, nos hace salvajes, nos lleva a los límites inferiores de la existencia donde el ser pierde su espiritualidad y se convierte en un animal que a través del dominio sobre los débiles  consigue todo aquello que desea, sin tomar en cuenta que existe una Ley de la Causalidad que tendrá efectos sobre aquellas acciones realizadas con o sin intención, pero que no son correctas.
El desear no es signo de pecado, ni es causa de caer en estados de conciencia inferiores siempre que sea un deseo razonable, responsable, donde se privilegie el beneficio obtenido para  gracia de los demás a causa de nuestro deseo o posesiones respetando los logros materiales de las otras personas, en todos los aspectos. El desear la iluminación para poder ayudar a los demás seres humanos a liberarse del sufrimiento es correcto, lo incorrecto es que no seamos congruentes con esta intención y solo lo digamos “de dientes para afuera” sin sentirlo realmente en nuestro corazón.
De hecho, el antídoto contra este veneno es dejar el apego por las cosas materiales, ubicarnos en nuestra realidad espiritual y reconocer que  el desear vehementemente alcanzar la liberación para beneficio propio en realidad va a ser un impedimento para su logro. La liberación se alcanza cuando menos se espera y siempre que se lleve el camino correcto, estando consciente de lo que deseo y tengo y procurando la felicidad de los demás antes que la mía propia. 
Viene a mi mente la situación de una persona que acude por un consejo, sentía que la persona amada no le prestaba la atención que esperaba, era su percepción, deseaba vehementemente que su pareja esté con ella en todo momento, que le dijera cuanto la quería a cada rato, era una necesidad de reconocimiento tremenda. Al platicar con ella fue recapacitando y reconociendo que su amado se preocupaba por ella aún sin que ella fuera consciente, no era consciente porque estaba cerrada a su necesidad, a su percepción, a su deseo vehemente, a su ansia de dominio, de control. Al ser consciente, su actitud cambió y pudo disminuir su sufrimiento.
La codicia se refleja en aquellas personas que acumulan riquezas materiales y al final de su vida no les sirven para continuar en este mundo, y sus almas sufren por ello. Si tienes riqueza disfrútala y si no disfruta igual la libertad de ser tú mismo.
El segundo veneno es el ODIO, sobre este tipo de mal se pueden decir muchas cosas, solo que la principal es el daño que nos hace a los que sentimos odiar a otros seres, no les daña a los que odiamos.
¿De dónde nace el odio?
Tiene su origen en la mente, el no poder controlar nuestros pensamientos respecto a lo que nos afecta, el buscar culpables de nuestra situación, de nuestros sufrimientos achacándoselo a una persona en específico, igual lo encontramos en el orgullo, cuando nos creemos superiores y  de repente nos bajan de nuestro pedestal, en ese momento  sufrimos por ello y odiamos al que nos ubicó en la realidad sin ver que muchas veces nosotros somos los hacedores de nuestros problemas y nadie es culpable de la manera en que nos sentimos emocionalmente.
El odiar a los demás refleja igualmente nuestra proyección mental, ¿Qué odias en los demás que tengas en lo profundo de tu inconsciente como un defecto tuyo?
El odiar nos daña en la salud, nos deteriora físicamente, nos acaba y el odiado sigue su vida como si nada, ¿realmente vale la pena odiar a una persona o situación?, creo que no. Para poder disfrutar de felicidad debemos abandonar nuestros odios y esto lo logramos al comprender el actuar de los demás, al no juzgar sin conocer, al aceptar nuestros defectos y sobre todo nuestras responsabilidades, a veces odiamos por que no pudimos cumplir con una responsabilidad y buscamos un culpable fuera de nosotros.
¿Has sentido que todos te odian?, este es el otro lado de la moneda, no odiar sino ser odiado, has reflexionado acerca de porque te sientes así?; ¿Has buscado dentro de tu ser la razón de ese sentimiento que no te deja vivir en paz?, realmente, si cambias tu ser, cambian muchas cosas, incluso ese sentimiento de ser odiado va a ser modificado y descubrirás que lo que sentías era una ilusión.
Hay que aceptarnos como individuos, reconocer que cada ser humano es único, con sus defectos y virtudes, pero único, no hay dos iguales, una persona no puede actuar como lo premedita la otra, o como espera, esto a veces lleva a la persona a odiar, y del odio se pasa a la ira, el querer matar, el querer acabar con la otra persona, pero esto aún es un deseo y lo puedes reprimir, sin embargo si pasas a la furia, una ira desenfrenada sin control, puedes cumplir tus deseos y asesinar a la otra persona, o destruir un bien material.
Cuantas veces no escuchamos en los noticieros que una persona en un acceso de furia destruyó bienes muebles o inmuebles y luego asesinó a las personas que odiaba, y peor aún, argumentan que no se acordaban de ello, si, esto es posible, se nubla la razón, se pierde la consciencia y solo el instinto primordial prevalece, ¿valió la pena llegar a esto?, cavilen en esto y descubrirán que al evitar llegar a la furia se ahorran muchos pesares y sufrimientos, y se puede salvar no una sino dos o varias vidas.
Si odias a algo o alguien, reconoce tu odio, transmútalo en comprensión y luego en amor, es un simple ejercicio mental, puede llevar tiempo pero funciona, inténtalo y verás el resultado. Es importante reconocer que odias, si no lo reconoces no lo podrás cambiar, te quedarás sufriendo en ese estado, caerás en tu propio infierno del sufrimiento incesante, evítalo, cambia el odiar por el amar. El odio es el otro extremo del amor, en una escala lineal solo mueve tu cursor hacia el lado contrario, al amor y cambiará todo en tu vida.
Por último, la IGNORANCIA O ESTUPIDEZ  es el otro veneno que puede acabar con nuestra tranquilidad generando sufrimiento y trayendo la infelicidad hacia nosotros. ¿Qué es la ignorancia?, por definición es el no saber, el desconocer o no comprender las situaciones, personas o actitudes, de ahí que algunas doctrinas la nombren como estupidez. En el contexto budista la ignorancia es el desconocimiento del verdadero camino que nos conduce hacia la liberación o la iluminación, Budha dijo: “El origen de todos los males está en la ignorancia” con esto quiere decir que la ignorancia, aunque aquí se presenta como el  último de los venenos, en realidad puede ser el primero, ya que al ignorar algo nuestra mente crea una realidad, una ilusión y con eso da origen a la ira, al odio, nos hace codiciar cosas, situaciones e incluso estados mentales o espirituales, y se crea un círculo vicioso, ignorancia > codicia >odio > ignorancia > …
La ignorancia es también el no querer ver o comprender que formamos parte de un todo, que los seres sintientes somos interdependientes, que no somos islas y que requerimos unos de otros para poder salir adelante en nuestra misión en este mundo saha.
Algunas doctrinas hablan de la ignorancia en dos aspectos, uno pasivo y otro consciente, el primero aduce a la ignorancia de origen en la que desconocemos las cosas por naturaleza propia, como un niño que aún ignora lo que significa la palabra Dios o la dualidad de las cosas. La ignorancia consciente se presenta cuando negamos la realidad de la existencia y nos sumimos en el océano de la ilusión evitando enfrentar las circunstancias que se nos presentan, como por ejemplo la persona que  se niega a aceptar la infidelidad de la persona amada o bien que se cierra ante la noticia de algún padecimiento grave. A estas formas de ignorancia le llaman estupidez.
Evitemos caer en los tres venenos, seamos conscientes de las cosas que nos rodean, de la realidad en la que nos desarrollamos, investiguemos lo que necesitamos saber para evitar la ira, el odio, la codicia, seamos felices con lo que poseemos y si deseamos algo que su logro tenga un trasfondo de bondad, de compasión,  que sirva para otros más que para nosotros mismos, esto nos llevará a sentirnos plenos, a liberarnos del sufrimiento que ocasionan los tres venenos y a vislumbrar la felicidad y paz que esta forma de vida proporciona.
Reconozcamos nuestros estados emocionales negativos, ira, odio, envidia, resentimiento, etcétera y trabajemos en su cambio, en transmutar esos sentimientos en algo positivo, perdonemos a los demás pero primero a nosotros mismos, no somos culpables de nada, solo responsables de nuestros actos, y como tal recibimos el resultados de nuestras acciones para con nosotros mismos y con los demás.  
Hasta la próxima entrega queridos amigos.

V.M. SARAHA GAZA

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