viernes, 3 de noviembre de 2017

MUERTE Y TRANSITORIEDAD

Recordar que pronto habré muerto es la herramienta más importante que he encontrado para tomar las grandes decisiones en la vida, porque casi todo –las expectativas externas, el orgullo, el miedo al ridículo o al fracaso- deja de importar ante la muerte y solo queda lo verdaderamente importante”
Steve Jobs
MUERTE Y TRANSITORIEDAD.
Mucho se ha dicho ya acerca de los aspectos legales de la muerte asistida, eutanasia, muerte digna y más. El aspecto ético que rige esta legalidad igualmente ha sido tratado con amplitud en este foro, por lo tanto no seguiré ahondado en el tema, me dedicaré a hablar sobre otros aspectos no menos importantes para el ser humano, incluso, más importantes que los asuntos terrenales y de trasfondo legal que lo único que logran es justificar los eventos de los actores en torno al fenómeno mortuorio.
En una arista no tratada o levemente tocada, me referiré en este corto tiempo, filosofar acerca de lo inevitable nos llevaría toda una vida, al aspecto espiritual (no se escuche religioso) de la muerte de manera reflexiva. La muerte ha sido en muchas culturas no símbolo de temor, sino de honor, de ofrenda, de trascendencia, cito como ejemplo la cultura Tolteca,  Mexica  y en general a las culturas del Anahuac, cuya concepción de la muerte va mucho más allá de sentir temor o miedo por lo que pueda acontecer en el período posterior a ella. Así entre los mayas tenemos a Ixchel, la energía que cobija a los suicidas que ofrendan su vida a esta representación energética.
Sin embargo, me quiero referir no a la filosofía prehispánica, sino a una creencia oriental que explica a modo el fenómeno de morir.
Entre los budistas, y por tanto, entre los hinduistas, la muerte se percibe como una transición, como una parte esencial de la vida misma y la vida como eterna, sin principio ni fin. Es una de las causas primordiales del sufrimiento de acuerdo con lo expresado por Sakyamuni en su iluminación, estas son: el nacimiento, la enfermedad ,  la vejez y la muerte, cada una de ellas inevitable, excepto la primera, una vez nacido, el hombre, mencionado en especie y no en género, inevitablemente circulará por las tres restantes.
Debemos mencionar que es la angustia ante la presencia de la muerte que ha formado los sistemas filosóficos y religiosos a través de los siglos, por ejemplo, Platón menciona que los verdaderos filósofos siempre están preparándose para la muerte y las escuelas serias de Budismo sugieren que antes que iniciar el estudio de las enseñanzas budistas y los sutras correspondientes, primero se debe estudiar la muerte.
Pero, ¿Qué es la muerte?: para muchos es la ausencia de vida, el vacío, la nada. El ser humano, principalmente el occidental, asocia la vida a la luz, al bien, con el ser y la razón mientras que la muerte presenta el opuesto, la obscuridad, la maldad, la nada, lo sombrío y lo irracional.
Sin embargo, de acuerdo con la opinión del Dr. Daisaku Ikeda, tercer presidente de la Soka Gakkai Internacional expresada en su obra “Develando los misterios del nacimiento y la muerte” tenemos: “la muerte es mucho más que una simple ausencia de vida o la oscuridad; junto con la vida activa es necesaria para formar un todo más amplio y esencial por lo que en lugar de negar la muerte debemos confrontarla y situarla correctamente en el contexto más amplio de la vida”.
Por lo general, la muerte es negada, incluso se evita hablar de ella en los círculos íntimos, se considera de “mal agüero”, sin embargo, el budismo trata de conciliar el concepto de vida y muerte y aún va más lejos, se busca comprender la relación de los primeros  con la eternidad, de acuerdo con el Sutra del Loto, una escritura budista, el propósito de la existencia y del eterno ciclo de nacimiento y muerte es estar felices y en paz. Es conveniente aclarar que para el budismo la eternidad del Universo se compara a los ciclos, en este caso de nacimiento y muerte, se nace y se muere como se duerme y se despierta.
Ahora bien, tomando en cuenta que la muerte es parte inherente de la vida, y siendo conscientes de ella vale preguntarnos ¿Cuál es el valor de la vida?, Eva K. Dangyay, monja tibetana menciona en una introducción a la lectura del Bardo Thödol o Libro Tibetano de los muertos (Liberación mediante la Audición en el Plano posterior a la Muerte), que “la muerte en general no es más que el final absurdo de una vida sin sentido”. Por tanto,   la meditación en el proceso de morir, es la forma más directa y efectiva para rectificar nuestros valores y darle un sentido a nuestra vida.
EL PROCESO DE LA MUERTE
A este momento seguimos preguntándonos que es la muerte, al respecto se han dado, desde el inicio del tema en estas tertulias, varios conceptos adecuados a nuestro pensar occidental, a nuestro materialismo o nuestras creencias, sin embargo aún no hemos descrito el proceso del morir desde el punto de vista espiritual.
Entre los libros que hablan del morir, me refiero a libros milenarios de tradiciones reconocidas, no de técnicas del buen morir o de aceptación de la pérdida como es el caso de la Tanatología moderna, están el Libro de los muertos del antigüo Egipcio, libro que describe el peregrinar del alma del difunto desde que muere hasta que llega a lo que podríamos llamar el paraíso. Otro libro interesante es el ya mencionado Libro Tibetano de los muertos o Bardo THödol en el que se describen cuatro Bardos o estadíos por los que pasa el hombre antes, durante y después de su muerte, es todo un tratado filosófico que nos llevaría indefinibles tertulias el tratar de comprender, por lo que solo se mencionará, sin embargo el primer bardo aunado a la tradición filosófica budista del Tibet si es conveniente describirlo, esta tradición que relata el proceso del morir físico está avalado por los descubrimientos más recientes en este campo por medio de la investigación médica, neurólogica y científica occidentales.
Como parte de los antecedentes menciono que el Libro Tibetano de los Muertos es todo un ceremonial que inicia cuando se percibe que la persona pronto morirá y se sigue a lo largo de 49 días que es el tiempo que se considera que se ha realizado la transmutación de la conciencia y realmente se ha abandonado la envoltura física y se ha logrado la liberación.
La tradición Tibetana nos enseña que los cuatro elementos que conforman el primer agregado, tierra, agua, fuego y aire abandonan paulatinamente al ser humano, todo inicia con el primer elemento, a continuación una breve descripción del proceso de morir el cual ha sido constatado en experimentos científicos .
Elemento tierra:
Es el elemento que define la forma, el cómo está integrada nuestra imagen, el aspecto que los demás pueden ver, la parte que se extrañará a nuestra partida, aquello que intensifica el yo soy, el ego. La disolución de este elemento inicia con un adelgazamiento corporal, pérdida de masa, los sentidos se van apagando poco a poco, inicia un intenso sentido de pesadez, como si el cuerpo entero fuera de plomo y mentalmente se presenta la imagen de un espejismo, todo se vislumbra como parte de una ilusión, paulatinamente se pierde el control del cuerpo y la capacidad de moverse, quedamos estáticos, esta etapa los tibetanos la denominan “el colapso del elemento tierra”.
Científicamente esto se equipara con la pesadez, somnolencia o desfallecimiento que presenta el moribundo, la pérdida de peso inexplicable y el aturdimiento o la ausencia mental de la persona, los que hemos sido testigos presenciales de la partida de algún ser querido podemos hacer la comparación de estos estados.
Elemento agua:
A continuación la desaparición del elemento agua o humedad corporal se presenta, se experimenta un intensa sensación de sequedad en garganta y boca, los fluidos corporales disminuyen, (orina, sangre), en la mente aparece algo como una cortina de humo, es el colapso del elemento agua.
Lamentablemente una persona en estado de transición, en muchas de las veces no puede comunicarse, primero por haber caído en un letargo, por enfermedad o estar abandonado, solo en el momento más importante de su vida, no podemos imaginar lo que sufre o si se encuentra en un estado de paz. Los signos de esta fase los observamos en la piel, se arruga más de lo normal, adquiere un aspecto seco, algunas veces se cuartea como tierra del desierto, el flujo sanguíneo disminuye lo que se refleja en los monitores electromédicos, si está conectado, la recolección de orina cesa o disminuye drásticamente, el aliento se calienta y dejan de reconocer por completo a las personas a su alrededor.
Elemento fuego
En el colapso del elemento fuego el calor tiende a disiparse y la persona siente un intenso frío, esto principalmente en la zona del ombligo y en la mente se perciben imágenes parecidas a chispas, multitud de ellas.
La piel de la persona queda primero fresca, luego se enfría al tacto, la temperatura normal disminuye, lo que se comprueba con un termómetro a la mano, es por ello que a los enfermos que están en fase de agonía se les cubre con una manta en un intento para evitar la pérdida de calor y con ello que se escape la vida física.  
Elemento Aire
Los sentidos del gusto, olfato, vista y oído se van extinguiendo paulatinamente y conforme avanza en profundidad, las sensaciones táctiles se extinguen por  igual, se pierde por completo el sentido de tener un cuerpo, mentalmente se percibe la imagen de algo parecido a una vela. La disgregación total del elemento aire se presenta cuando la respiración cesa, se detiene.
Los estertores de los moribundos no son más que el elemento aire abandonando el cuerpo físico,  el prana, la energía vital se pierde por completo, el oxígeno que mantiene la vida se acaba, los pulmones, ya rígidos  por la falta de agua, cesan en sus movimientos y por lo tanto el cerebro y los demás órganos paran sus funciones en definitiva, la llamada muerte sobreviene entonces.
Pareciera que con la disolución de los elementos la muerte llega al fin, sin embargo desde el punto de vista tibetano y budista por extensión, punto con el que concuerdan los más recientes estudios científicos sobre el proceso de morir, esta condición aún no se presenta, estamos describiendo el primer bardo del Libro Tibetano de los Muertos, el correspondiente al cuerpo físico, ahora, se continua el camino con los procesos mentales los cuales se van disgregando y disolviendo a estados simples, por ejemplo, la memoria, la capacidad de reconocimiento, la imaginación y las emociones se van perdiendo, se percibe un brillo rojizo seguido de un resplandor blanco y luego…la negrura total. Sin embargo la muerte como tal aún no llega y la consciencia no abandona el cuerpo todavía. La negrura total percibida se denomina en el argot tibetano como la mente negra del logro cercano, esta mente negra se va transformando en algo más sutil hasta percibir la “luz clara de la muerte”, una apariencia clara y brillante como la luz del amanecer, en este estado la conciencia se disuelve en su estado original, un estado que no es humano y es independiente del funcionamiento cerebral. La luz clara de la muerte es descrita como un espacio ilimitado, luminosidad, limpidez perfecta y gozo innato y siendo transpersonal se considera como la esencia misma de nuestro ser, desgraciadamente aunque todos los seres humanos pasamos por este estado, son muy pocos los que están preparados para reconocerla, en esto reside el concepto de prepararse para morir, ya que de lo contrario el ser se siente desorientado y buscan el renacimiento por la fuerza del hábito.
 Reconocer la luz clara de la muerte es la señal de que la mente sutil ha despertado y las demás mentes han dejado de manifestarse, en este momento, se dice que las gotas roja y blanca (la gota roja es la sangre y la blanca la linfa o el semen) se separan y dejan escapar la consciencia la cual abandona de inmediato al cuerpo y el proceso de la muerte llega a su fin.
Como ya se ha analizado, la muerte es inevitable, seas tibetano, cristiano, musulmán o ateo, sin embargo para la tradición budista es la mayor oportunidad que se nos brinda para meditar ya que no hay impedimentos u obstáculos para hacerlo, lo que tenemos que hacer es estar preparados para la maravillosa ocasión que nos presenta la muerte, o tomar la opción de aterrarnos ante la perspectiva desconocida de lo que hay detrás de ella lo que nos crearía apego y aferramiento a las personas, cosas, posesiones y todo lo material que dejamos atrás.
Prepararse para morir
En las distintas escuelas budistas la preparación para la muerte consiste en la meditación sobre morir, ya sea esta discursiva o centrada en el vacío, en la práctica de la fe que desde el punto de vista budista es mantenerse fiel a los principios y leyes universales y donde se incluye el canto de mantras para poder lograr la tranquilidad y paz mentales, este último paso es primordial a la hora de morir para poder renacer en una forma correcta. En el budismo tibetano la preparación última se hace, como ya explicamos, cantando o recitando los bardos del Libro Tibetano de los muertos durante 49 días, tiempo supuesto en el que el alma se desprende totalmente del cuerpo físico, en otras escuelas se  realizan ceremonias para difuntos, muchas de ellas en forma individual,  durante esos mismos 49 días. De esta forma la consciencia del difunto puede reconocer la luz clara de la muerte en el momento en que se presenta e ingresar serenamente a la existencia intermedia y a la vez, fluir con el Universo.
Para el practicante budista es importante la forma de morir, dependiendo del estado emocional, psicológico y mental que se tenga al momento de transmigrar, es como se renacerá en la próxima existencia, como ya se trató en anteriores tertulias, es uno de los requisitos que marca como derechos de la persona la Ley de Voluntad Anticipada, aunque esta última, de reciente aprobación en comparación con la práctica budista, no argumenta el porqué de la necesidad de brindar este tipo de apoyos al moribundo ni como proporcionarlos y solamente lo presenta como un sentir humano, como un mal llamado humanismo.
El budismo defiende en sus principios la totalidad de la vida, la vida es uno de los dones más preciados que pueda recibir el ser y que desgraciadamente  los seres humanos no apreciamos en su totalidad, no le damos el valor tan profundo que tiene, descuidamos aspectos importantes como alimentación, salud, entorno social y físico, etc,. Sin entrar en honduras en el tema de la vida, que se llevaría toda una vida, valga la redundancia, continuemos con el tema que hoy nos ocupa y hablemos un poco de la dignidad en la muerte, si el hombre adolece de dignidad para vivir, al menos en su muerte debe portar esa dignidad.
Para continuar es preciso mencionar las tres categorías de pesar que establece el budismo: el pesar físico, el psicológico y el existencial. El dolor físico, presente cuando se padece alguna enfermedad terminal o crónica e igual como se ya se  mencionó, el que se siente al momento de enfrentar la muerte como consecuencia de la pérdida gradual de los elementos que ayudan a conservar la vida, puede paliarse con ayuda de los avances tecnológicos en medicina, es algo que es factible de atenuar con medios externos.
Los apoyos tanatológicos, de asistencia o bienestar social y en su caso el sostén religioso conjuntamente con el acompañamiento familiar en esta hora crítica disminuyen el pesar psicólogico que pueda sentir la persona antes de partir, le pueden brindar hasta cierta seguridad y alguna entereza mental.
Sin embargo, el atenuar o evitar el sufrimiento existencial es otra situación, este sufrimiento es causado por la angustia de enfrentar la propia mortalidad, está basado en el ego, el aferramiento o el apego a las cosas materiales, el que la persona se cuestione que va a pasar con las cosas que deja, con la mujer o el hombre, con la familia, con la casa, en fin con todo lo que a lo largo de su existencia ha acumulado, o bien la preocupación universal de ¿A dónde voy?, el enfrentar lo desconocido, el no conocer el futuro existente más allá de la vida ocasiona angustia extrema, esto aunado a los sentimientos de culpa generados por las acciones cometidas y alimentados por las creencias en castigos infernales por haber actuado de determinada manera en situaciones específicas  son causa de sufrimiento extremo, allí radica el que el hombre cifre su esperanza en una existencia posterior a la muerte en un lugar ideal, en compañía de todos sus seres queridos, incluso de sus animales, esto genera esperanza y una sensación de tranquilidad. Como dijera Sidhartha, todo radica en la mente, todo es cuestión mental; nuestra mente crea las situaciones que le forjen escenarios ideales para no sufrir después de la muerte.
Como han señalado acertadamente los expertos en medicina presentes en este foro a lo largo de esta temática, los avances tecnológicos tanto en equipo médico como en medicamentos de última generación son capaces de adormecer el cuerpo evitando el sentir dolores o malestares a grado sumo prologando la vida más allá de lo esperado, y los cuidados paliativos que en su conjunto se denominan atención terminal pueden proporcionar sosiego incluso al sufrimiento familiar sin embargo, y aunque fuera voluntad anticipada de la persona el permanecer conectado a tubos y catéteres por tiempo indefinido aunque sea en estado vegetativo cabe preguntarnos a modo de reflexión ¿posee realmente dignidad humana un paciente comatoso o casi comatoso sin esperanzas de recuperación conectado a un respirador artificial, a sondas de alimentación y a todo tipo de equipo médico?, no hay una respuesta correcta, cada persona de acuerdo a su percepción de la realidad se contestará de manera diferente.
¿Morir con dignidad? Algo difícil de responder en estos tiempos, la respuesta incluye múltiples factores, es algo integral, holístico y responsabilidad de cada ser humano. Antes de pensar en la muerte digna cada ser humano debe repensar la vida digna, el vivir con dignidad es aceptar el momento de partir con dignidad, algunos monjes budistas cuando sienten la presencia de la muerte cerca de ellos se sientan en meditación profunda para esperar su llegada, incluso nadie se percata del momento preciso. Morir con dignidad no significa quedar inerte ante la enfermedad, evitar la ayuda médica o apoyo familiar, no, nada de eso, significa ayudarse a bien morir en el aspecto físico, seguir un tratamiento basado en el respeto mutuo entre médico y paciente, paliar el dolor físico. Budha dice, “el dolor físico es inevitable, todos lo sentiremos alguna vez en la vida, el sufrimiento mental es opcional”, cada quién decide si sufre o hasta donde sufre  y vivir o morir implica sufrimiento mental por tanto, cada ser humano decide como enfrenta la eternidad de la vida.
Transitoriedad
Condania, uno de los cinco eremitas, primero en lograr la iluminación exclamó ¡Todo lo que se origina cesa!, percibió una de las leyes universales básicas del budismo, lo que inicia tiene fin, así como nacemos tenemos que morir, ¿Cuándo?, es algo que no podemos responder aún, a menos que tengamos desarrollada nuestra intuición al máximo, sin embargo es la única realidad palpable de la vida, la muerte.
Imaginemos, si la existencia del hombre, como homo sapiens, es corta en comparación con la existencia de la tierra, ¿cuánto más corta es la vida promedio de un hombre en comparación con esa misma existencia?, y de qué manera tan frívola es desperdiciada esta corta vida por la mayoría de los seres humanos. Nos preocupamos por lo que vamos a estudiar, por lo que vamos a comprar, por lo que vamos a presumir, y nos olvidamos del dar, del prepararnos para vivir y morir, no de manera académica o económica, sino en el ámbito espiritual, emocional, no en el hacer sino en el ser.
Netzahualcoyotl expresó en uno de sus poemas esta transitoriedad de la vida:
Yo lo Pregunto
Yo Nezahualcóyotl lo pregunto:
¿Acaso de veras se vive con raíz en la tierra?
Nada es para siempre en la tierra:
Sólo un poco aquí.
Aunque sea de jade se quiebra,
Aunque sea de oro se rompe,
Aunque sea plumaje de quetzal se desgarra.
No para siempre en la tierra:
Sólo un poco aquí.
Una cosa es leer acerca de la transitoriedad de la vida, o como dijeran algunos filósofos orientales, prestar un conocimiento ajeno, eso es la erudición, y en base en este tipo de conocimiento podemos saber de múltiples teorías acerca de este tema, teorías budistas o no, pero, nos hemos preguntado ¿Cuál es el valor práctico de esas teorías en nuestra vida real?, mientras que las ideas sobre la muerte no tengan un impacto en nuestra manera de vivir, en tanto esta percepción, tanto de la transitoriedad de la vida como el de la certidumbre de la muerte (de que va a llegar, no de cuándo va a llegar), no sean útiles en nuestra toma de decisiones respecto a nuestra forma de llevar la vida, todo es letra muerta, simple especulación, conocimiento prestado de alguna biblioteca empolvada.
No seamos como aquellos seres hedonistas que pensando que la existencia finaliza con la muerte dedican su vida a los placeres vanos y extremos, egoístas que solo satisfacen su ego, sin saber dar o recibir o como aquellos otros, los pesimistas para quienes la muerte o el fin es lo mejor que les puede pasar ya que no sienten satisfacción ni en las cosas pequeñas y mucho menos en las significativas, seamos, aunque nuestra creencia en lo existente más allá de la muerte sea nula,   como aquellos que se dedican a construir una vida valiosa, de ayuda o apoyo a los demás, trascendamos por nuestras obras en pro de la humanidad y del mundo en general y no por nuestra obra de destrucción, aunque esta destrucción sea hacia nosotros mismos.
Vivamos y vivamos bien, cualquiera que sea el credo que practiquemos, lo importante es saber vivir y prepararse para el bien morir, y si la creencia nos promete una vida plena en un mundo celestial o un paraíso en el más allá lleno de amor y bondad (existen varias sectas que proclaman la resurrección en un paraíso, incluyendo algunas budistas), no caigamos en la resignación ante las dificultades de la vida por el solo hecho de alcanzar cupo en ese paraíso.
El aprender sobre la muerte en la filosofía budista presenta como lado práctico otorgarnos valor para enfrentar tanto la  vida con todas sus dificultades y alegrías como la muerte como parte de la misma vida como el inicio o el fin, tú decides como la consideras, del eterno ciclo de muerte y renacimiento.
A través de la puesta en práctica de esta filosofía, aprendemos a valorar nuestra existencia en el aquí y el ahora  como un valioso tesoro, viviéndola con dignidad y mejorando con el día a día en todos los aspectos. No te deprimas por el pasado, ya no tiene solución, ni te angusties por el futuro, aún no llega, vive el presente, la vida es corta y pasa rápido.
Para desarrollar nuestro potencial es necesario desplegar una existencia considerada, solidaria e inspirada en un amor incondicional hacia el prójimo, al fin de cuentas el morirá al igual que nosotros por lo tanto porque no crecer y transformar nuestro interior por medio de actividades hacia los demás.
Otro beneficio que nos proporciona el aprender sobre la muerte es el controlar y enfocar nuestros instintos o deseos de tal manera que nos permitan elevar nuestro estado de vida en lugar de hundirnos en las profundidades de los vicios y evitando con esto las trampas del  pensamiento hedonista o del pesimismo.
Para concluir esta disertación me permito citar a Montaigne con su frase “Filosofar es aprender a morir” y recuerden lo que el budismo enseña “Primero aprenda sobre la cuestión de la muerte y luego sobre otros asuntos”.
Atte.
Mtro. Gerardo Audomaro Zetina Arceo.