“Recordar que pronto habré muerto es la herramienta más importante que
he encontrado para tomar las grandes decisiones en la vida, porque casi todo
–las expectativas externas, el orgullo, el miedo al ridículo o al fracaso- deja
de importar ante la muerte y solo queda lo verdaderamente importante”
Steve Jobs
MUERTE Y TRANSITORIEDAD.
Mucho se ha dicho ya acerca de
los aspectos legales de la muerte asistida, eutanasia, muerte digna y más. El
aspecto ético que rige esta legalidad igualmente ha sido tratado con amplitud
en este foro, por lo tanto no seguiré ahondado en el tema, me dedicaré a hablar
sobre otros aspectos no menos importantes para el ser humano, incluso, más
importantes que los asuntos terrenales y de trasfondo legal que lo único que
logran es justificar los eventos de los actores en torno al fenómeno mortuorio.
En una arista no tratada o
levemente tocada, me referiré en este corto tiempo, filosofar acerca de lo
inevitable nos llevaría toda una vida, al aspecto espiritual (no se escuche
religioso) de la muerte de manera reflexiva. La muerte ha sido en muchas
culturas no símbolo de temor, sino de honor, de ofrenda, de trascendencia, cito
como ejemplo la cultura Tolteca,
Mexica y en general a las
culturas del Anahuac, cuya concepción de la muerte va mucho más allá de sentir
temor o miedo por lo que pueda acontecer en el período posterior a ella. Así
entre los mayas tenemos a Ixchel, la energía que cobija a los suicidas que
ofrendan su vida a esta representación energética.
Sin embargo, me quiero referir no
a la filosofía prehispánica, sino a una creencia oriental que explica a modo el
fenómeno de morir.
Entre los budistas, y por tanto,
entre los hinduistas, la muerte se percibe como una transición, como una parte
esencial de la vida misma y la vida como eterna, sin principio ni fin. Es una
de las causas primordiales del sufrimiento de acuerdo con lo expresado por
Sakyamuni en su iluminación, estas son: el nacimiento, la enfermedad , la vejez y la muerte, cada una de ellas
inevitable, excepto la primera, una vez nacido, el hombre, mencionado en
especie y no en género, inevitablemente circulará por las tres restantes.
Debemos mencionar que es la
angustia ante la presencia de la muerte que ha formado los sistemas filosóficos
y religiosos a través de los siglos, por ejemplo, Platón menciona que los
verdaderos filósofos siempre están preparándose para la muerte y las escuelas
serias de Budismo sugieren que antes que iniciar el estudio de las enseñanzas
budistas y los sutras correspondientes, primero se debe estudiar la muerte.
Pero, ¿Qué es la muerte?: para
muchos es la ausencia de vida, el vacío, la nada. El ser humano, principalmente
el occidental, asocia la vida a la luz, al bien, con el ser y la razón mientras
que la muerte presenta el opuesto, la obscuridad, la maldad, la nada, lo
sombrío y lo irracional.
Sin embargo, de acuerdo con la
opinión del Dr. Daisaku Ikeda, tercer presidente de la Soka Gakkai
Internacional expresada en su obra “Develando los misterios del nacimiento y la
muerte” tenemos: “la muerte es mucho más que una simple ausencia de vida o la
oscuridad; junto con la vida activa es necesaria para formar un todo más amplio
y esencial por lo que en lugar de negar la muerte debemos confrontarla y
situarla correctamente en el contexto más amplio de la vida”.
Por lo general, la muerte es
negada, incluso se evita hablar de ella en los círculos íntimos, se considera
de “mal agüero”, sin embargo,
el budismo trata de conciliar el concepto de vida y muerte y aún va más lejos, se
busca comprender la relación de los primeros con la eternidad, de acuerdo con el Sutra del
Loto, una escritura budista, el propósito de la existencia y del eterno ciclo
de nacimiento y muerte es estar felices y en paz. Es conveniente aclarar que
para el budismo la eternidad del Universo se compara a los ciclos, en este caso
de nacimiento y muerte, se nace y se muere como se duerme y se despierta.
Ahora bien, tomando en cuenta que
la muerte es parte inherente de la vida, y siendo conscientes de ella vale
preguntarnos ¿Cuál es el valor de la vida?, Eva K. Dangyay, monja tibetana
menciona en una introducción a la lectura del Bardo Thödol o Libro Tibetano de
los muertos (Liberación mediante la Audición
en el Plano posterior a la Muerte), que “la muerte en general no es más que el
final absurdo de una vida sin sentido”. Por tanto, la
meditación en el proceso de morir, es la forma más directa y efectiva para
rectificar nuestros valores y darle un sentido a nuestra vida.
EL PROCESO DE LA MUERTE
A este momento seguimos
preguntándonos que es la muerte, al respecto se han dado, desde el inicio del
tema en estas tertulias, varios conceptos adecuados a nuestro pensar
occidental, a nuestro materialismo o nuestras creencias, sin embargo aún no
hemos descrito el proceso del morir desde el punto de vista espiritual.
Entre los libros que hablan del
morir, me refiero a libros milenarios de tradiciones reconocidas, no de
técnicas del buen morir o de aceptación de la pérdida como es el caso de la
Tanatología moderna, están el Libro de los muertos del antigüo Egipcio, libro
que describe el peregrinar del alma del difunto desde que muere hasta que llega
a lo que podríamos llamar el paraíso. Otro libro interesante es el ya mencionado
Libro Tibetano de los muertos o Bardo THödol en el que se describen cuatro
Bardos o estadíos por los que pasa el hombre antes, durante y después de su
muerte, es todo un tratado filosófico que nos llevaría indefinibles tertulias
el tratar de comprender, por lo que solo se mencionará, sin embargo el primer
bardo aunado a la tradición filosófica budista del Tibet si es conveniente
describirlo, esta tradición que relata el proceso del morir físico está avalado
por los descubrimientos más recientes en este campo por medio de la investigación
médica, neurólogica y científica occidentales.
Como parte de los antecedentes
menciono que el Libro Tibetano de los Muertos es todo un ceremonial que inicia
cuando se percibe que la persona pronto morirá y se sigue a lo largo de 49 días
que es el tiempo que se considera que se ha realizado la transmutación de la
conciencia y realmente se ha abandonado la envoltura física y se ha logrado la
liberación.
La tradición Tibetana nos enseña
que los cuatro elementos que conforman el primer agregado, tierra, agua, fuego
y aire abandonan paulatinamente al ser humano, todo inicia con el primer
elemento, a continuación una breve descripción del proceso de morir el cual ha
sido constatado en experimentos científicos .
Elemento tierra:
Es el elemento que define la forma,
el cómo está integrada nuestra imagen, el aspecto que los demás pueden ver, la
parte que se extrañará a nuestra partida, aquello que intensifica el yo soy, el
ego. La disolución de este elemento inicia con un adelgazamiento corporal,
pérdida de masa, los sentidos se van apagando poco a poco, inicia un intenso
sentido de pesadez, como si el cuerpo entero fuera de plomo y mentalmente se
presenta la imagen de un espejismo, todo se vislumbra como parte de una ilusión,
paulatinamente se pierde el control del cuerpo y la capacidad de moverse,
quedamos estáticos, esta etapa los tibetanos la denominan “el colapso del
elemento tierra”.
Científicamente esto se equipara
con la pesadez, somnolencia o desfallecimiento que presenta el moribundo, la pérdida
de peso inexplicable y el aturdimiento o la ausencia mental de la persona, los
que hemos sido testigos presenciales de la partida de algún ser querido podemos
hacer la comparación de estos estados.
Elemento agua:
A continuación la desaparición
del elemento agua o humedad corporal se presenta, se experimenta un intensa
sensación de sequedad en garganta y boca, los fluidos corporales disminuyen,
(orina, sangre), en la mente aparece algo como una cortina de humo, es el
colapso del elemento agua.
Lamentablemente una persona en
estado de transición, en muchas de las veces no puede comunicarse, primero por
haber caído en un letargo, por enfermedad o estar abandonado, solo en el
momento más importante de su vida, no podemos imaginar lo que sufre o si se
encuentra en un estado de paz. Los signos de esta fase los observamos en la
piel, se arruga más de lo normal, adquiere un aspecto seco, algunas veces se
cuartea como tierra del desierto, el flujo sanguíneo disminuye lo que se
refleja en los monitores electromédicos, si está conectado, la recolección de
orina cesa o disminuye drásticamente, el aliento se calienta y dejan de
reconocer por completo a las personas a su alrededor.
Elemento fuego
En el colapso del elemento fuego
el calor tiende a disiparse y la persona siente un intenso frío, esto
principalmente en la zona del ombligo y en la mente se perciben imágenes
parecidas a chispas, multitud de ellas.
La piel de la persona queda
primero fresca, luego se enfría al tacto, la temperatura normal disminuye, lo
que se comprueba con un termómetro a la mano, es por ello que a los enfermos
que están en fase de agonía se les cubre con una manta en un intento para
evitar la pérdida de calor y con ello que se escape la vida física.
Elemento Aire
Los sentidos del gusto, olfato,
vista y oído se van extinguiendo paulatinamente y conforme avanza en
profundidad, las sensaciones táctiles se extinguen por igual, se pierde por completo el sentido de
tener un cuerpo, mentalmente se percibe la imagen de algo parecido a una vela.
La disgregación total del elemento aire se presenta cuando la respiración cesa,
se detiene.
Los estertores de los moribundos
no son más que el elemento aire abandonando el cuerpo físico, el prana, la energía vital se pierde por
completo, el oxígeno que mantiene la vida se acaba, los pulmones, ya
rígidos por la falta de agua, cesan en
sus movimientos y por lo tanto el cerebro y los demás órganos paran sus
funciones en definitiva, la llamada muerte sobreviene entonces.
Pareciera que con la disolución
de los elementos la muerte llega al fin, sin embargo desde el punto de vista
tibetano y budista por extensión, punto con el que concuerdan los más recientes
estudios científicos sobre el proceso de morir, esta condición aún no se
presenta, estamos describiendo el primer bardo del Libro Tibetano de los
Muertos, el correspondiente al cuerpo físico, ahora, se continua el camino con
los procesos mentales los cuales se van disgregando y disolviendo a estados
simples, por ejemplo, la memoria, la capacidad de reconocimiento, la imaginación
y las emociones se van perdiendo, se percibe un brillo rojizo seguido de un
resplandor blanco y luego…la negrura total. Sin embargo la muerte como tal aún
no llega y la consciencia no abandona el cuerpo todavía. La negrura total
percibida se denomina en el argot tibetano como la mente negra del logro
cercano, esta mente negra se va transformando en algo más sutil hasta percibir
la “luz
clara de la muerte”, una apariencia clara y brillante como la luz del
amanecer, en este estado la conciencia se disuelve en su estado original, un
estado que no es humano y es independiente del funcionamiento cerebral. La luz
clara de la muerte es descrita como un espacio ilimitado, luminosidad, limpidez
perfecta y gozo innato y siendo transpersonal se considera como la esencia
misma de nuestro ser, desgraciadamente aunque todos los seres humanos pasamos
por este estado, son muy pocos los que están preparados para reconocerla, en
esto reside el concepto de prepararse para morir, ya que de lo contrario el ser
se siente desorientado y buscan el renacimiento por la fuerza del hábito.
Reconocer la luz clara de la muerte es la
señal de que la mente sutil ha despertado y las demás mentes han dejado de
manifestarse, en este momento, se dice que las gotas roja y blanca (la gota roja
es la sangre y la blanca la linfa o el semen) se separan y dejan escapar la
consciencia la cual abandona de inmediato al cuerpo y el proceso de la muerte
llega a su fin.
Como ya se ha analizado, la
muerte es inevitable, seas tibetano, cristiano, musulmán o ateo, sin embargo
para la tradición budista es la mayor oportunidad que se nos brinda para
meditar ya que no hay impedimentos u obstáculos para hacerlo, lo que tenemos
que hacer es estar preparados para la maravillosa ocasión que nos presenta la
muerte, o tomar la opción de aterrarnos ante la perspectiva desconocida de lo
que hay detrás de ella lo que nos crearía apego y aferramiento a las personas,
cosas, posesiones y todo lo material que dejamos atrás.
Prepararse para morir
En las distintas escuelas
budistas la preparación para la muerte consiste en la meditación sobre morir,
ya sea esta discursiva o centrada en el vacío, en la práctica de la fe que desde
el punto de vista budista es mantenerse fiel a los principios y leyes
universales y donde se incluye el canto de mantras para poder lograr la
tranquilidad y paz mentales, este último paso es primordial a la hora de morir
para poder renacer en una forma correcta. En el budismo tibetano la preparación
última se hace, como ya explicamos, cantando o recitando los bardos del Libro
Tibetano de los muertos durante 49 días, tiempo supuesto en el que el alma se
desprende totalmente del cuerpo físico, en otras escuelas se realizan ceremonias para difuntos, muchas de
ellas en forma individual, durante esos
mismos 49 días. De esta forma la consciencia del difunto puede reconocer la luz
clara de la muerte en el momento en que se presenta e ingresar serenamente a la
existencia intermedia y a la vez, fluir con el Universo.
Para el practicante budista es
importante la forma de morir, dependiendo del estado emocional, psicológico y
mental que se tenga al momento de transmigrar, es como se renacerá en la
próxima existencia, como ya se trató en anteriores tertulias, es uno de los
requisitos que marca como derechos de la persona la Ley de Voluntad Anticipada,
aunque esta última, de reciente aprobación en comparación con la práctica
budista, no argumenta el porqué de la necesidad de brindar este tipo de apoyos
al moribundo ni como proporcionarlos y solamente lo presenta como un sentir
humano, como un mal llamado humanismo.
El budismo defiende en sus
principios la totalidad de la vida, la vida es uno de los dones más preciados
que pueda recibir el ser y que desgraciadamente
los seres humanos no apreciamos en su totalidad, no le damos el valor
tan profundo que tiene, descuidamos aspectos importantes como alimentación,
salud, entorno social y físico, etc,. Sin entrar en honduras en el tema de la
vida, que se llevaría toda una vida, valga la redundancia, continuemos con el
tema que hoy nos ocupa y hablemos un poco de la dignidad en la muerte, si el
hombre adolece de dignidad para vivir, al menos en su muerte debe portar esa
dignidad.
Para continuar es preciso
mencionar las tres categorías de pesar que establece el budismo: el pesar
físico, el psicológico y el existencial. El dolor físico, presente cuando se
padece alguna enfermedad terminal o crónica e igual como se ya se mencionó, el que se siente al momento de
enfrentar la muerte como consecuencia de la pérdida gradual de los elementos
que ayudan a conservar la vida, puede paliarse con ayuda de los avances
tecnológicos en medicina, es algo que es factible de atenuar con medios
externos.
Los apoyos tanatológicos, de
asistencia o bienestar social y en su caso el sostén religioso conjuntamente
con el acompañamiento familiar en esta hora crítica disminuyen el pesar
psicólogico que pueda sentir la persona antes de partir, le pueden brindar
hasta cierta seguridad y alguna entereza mental.
Sin embargo, el atenuar o evitar
el sufrimiento existencial es otra situación, este sufrimiento es causado por
la angustia de enfrentar la propia mortalidad, está basado en el ego, el
aferramiento o el apego a las cosas materiales, el que la persona se cuestione
que va a pasar con las cosas que deja, con la mujer o el hombre, con la
familia, con la casa, en fin con todo lo que a lo largo de su existencia ha
acumulado, o bien la preocupación universal de ¿A dónde voy?, el enfrentar lo
desconocido, el no conocer el futuro existente más allá de la vida ocasiona
angustia extrema, esto aunado a los sentimientos de culpa generados por las
acciones cometidas y alimentados por las creencias en castigos infernales por
haber actuado de determinada manera en situaciones específicas son causa de sufrimiento extremo, allí radica
el que el hombre cifre su esperanza en una existencia posterior a la muerte en
un lugar ideal, en compañía de todos sus seres queridos, incluso de sus
animales, esto genera esperanza y una sensación de tranquilidad. Como dijera
Sidhartha, todo radica en la mente, todo es cuestión mental; nuestra mente crea
las situaciones que le forjen escenarios ideales para no sufrir después de la
muerte.
Como han señalado acertadamente
los expertos en medicina presentes en este foro a lo largo de esta temática,
los avances tecnológicos tanto en equipo médico como en medicamentos de última
generación son capaces de adormecer el cuerpo evitando el sentir dolores o
malestares a grado sumo prologando la vida más allá de lo esperado, y los cuidados
paliativos que en su conjunto se denominan atención terminal pueden proporcionar
sosiego incluso al sufrimiento familiar sin embargo, y aunque fuera voluntad
anticipada de la persona el permanecer conectado a tubos y catéteres por tiempo
indefinido aunque sea en estado vegetativo cabe preguntarnos a modo de
reflexión ¿posee realmente dignidad humana un paciente comatoso o casi comatoso
sin esperanzas de recuperación conectado a un respirador artificial, a sondas
de alimentación y a todo tipo de equipo médico?, no hay una respuesta correcta,
cada persona de acuerdo a su percepción de la realidad se contestará de manera
diferente.
¿Morir con dignidad? Algo difícil
de responder en estos tiempos, la respuesta incluye múltiples factores, es algo
integral, holístico y responsabilidad de cada ser humano. Antes de pensar en la
muerte digna cada ser humano debe repensar la vida digna, el vivir con dignidad
es aceptar el momento de partir con dignidad, algunos monjes budistas cuando
sienten la presencia de la muerte cerca de ellos se sientan en meditación
profunda para esperar su llegada, incluso nadie se percata del momento preciso.
Morir con dignidad no significa quedar inerte ante la enfermedad, evitar la
ayuda médica o apoyo familiar, no, nada de eso, significa ayudarse a bien morir
en el aspecto físico, seguir un tratamiento basado en el respeto mutuo entre
médico y paciente, paliar el dolor físico. Budha dice, “el dolor físico es
inevitable, todos lo sentiremos alguna vez en la vida, el sufrimiento mental es
opcional”, cada quién decide si sufre o hasta donde sufre y vivir o morir implica sufrimiento mental
por tanto, cada ser humano decide como enfrenta la eternidad de la vida.
Transitoriedad
Condania, uno de los cinco
eremitas, primero en lograr la iluminación exclamó ¡Todo lo que se origina cesa!,
percibió una de las leyes universales básicas del budismo, lo que inicia tiene
fin, así como nacemos tenemos que morir, ¿Cuándo?, es algo que no podemos
responder aún, a menos que tengamos desarrollada nuestra intuición al máximo,
sin embargo es la única realidad palpable de la vida, la muerte.
Imaginemos, si la existencia del
hombre, como homo sapiens, es corta en comparación con la existencia de la
tierra, ¿cuánto más corta es la vida promedio de un hombre en comparación con
esa misma existencia?, y de qué manera tan frívola es desperdiciada esta corta
vida por la mayoría de los seres humanos. Nos preocupamos por lo que vamos a
estudiar, por lo que vamos a comprar, por lo que vamos a presumir, y nos
olvidamos del dar, del prepararnos para vivir y morir, no de manera académica o
económica, sino en el ámbito espiritual, emocional, no en el hacer sino en el
ser.
Netzahualcoyotl expresó en uno de
sus poemas esta transitoriedad de la vida:
Yo lo Pregunto
Yo Nezahualcóyotl lo pregunto:
¿Acaso de veras se vive con raíz en la tierra?
Nada es para siempre en la tierra:
Sólo un poco aquí.
Aunque sea de jade se quiebra,
Aunque sea de oro se rompe,
Aunque sea plumaje de quetzal se desgarra.
No para siempre en la tierra:
Sólo un poco aquí.
¿Acaso de veras se vive con raíz en la tierra?
Nada es para siempre en la tierra:
Sólo un poco aquí.
Aunque sea de jade se quiebra,
Aunque sea de oro se rompe,
Aunque sea plumaje de quetzal se desgarra.
No para siempre en la tierra:
Sólo un poco aquí.
Una cosa es leer acerca de la transitoriedad de la
vida, o como dijeran algunos filósofos orientales, prestar un conocimiento
ajeno, eso es la erudición, y en base en este tipo de conocimiento podemos
saber de múltiples teorías acerca de este tema, teorías budistas o no, pero,
nos hemos preguntado ¿Cuál es el valor práctico de esas teorías en nuestra vida
real?, mientras que las ideas sobre la muerte no tengan un impacto en nuestra
manera de vivir, en tanto esta percepción, tanto de la transitoriedad de la
vida como el de la certidumbre de la muerte (de que va a llegar, no de cuándo
va a llegar), no sean útiles en nuestra toma de decisiones respecto a nuestra
forma de llevar la vida, todo es letra muerta, simple especulación, conocimiento
prestado de alguna biblioteca empolvada.
No seamos como aquellos seres hedonistas que
pensando que la existencia finaliza con la muerte dedican su vida a los
placeres vanos y extremos, egoístas que solo satisfacen su ego, sin saber dar o
recibir o como aquellos otros, los pesimistas para quienes la muerte o el fin
es lo mejor que les puede pasar ya que no sienten satisfacción ni en las cosas
pequeñas y mucho menos en las significativas, seamos, aunque nuestra creencia
en lo existente más allá de la muerte sea nula,
como aquellos que se dedican a
construir una vida valiosa, de ayuda o apoyo a los demás, trascendamos por
nuestras obras en pro de la humanidad y del mundo en general y no por nuestra
obra de destrucción, aunque esta destrucción sea hacia nosotros mismos.
Vivamos y vivamos bien, cualquiera que sea el credo
que practiquemos, lo importante es saber vivir y prepararse para el bien morir,
y si la creencia nos promete una vida plena en un mundo celestial o un paraíso
en el más allá lleno de amor y bondad (existen varias sectas que proclaman la
resurrección en un paraíso, incluyendo algunas budistas), no caigamos en la
resignación ante las dificultades de la vida por el solo hecho de alcanzar cupo
en ese paraíso.
El aprender sobre la muerte en la filosofía budista
presenta como lado práctico otorgarnos valor para enfrentar tanto la vida con todas sus dificultades y alegrías
como la muerte como parte de la misma vida como el inicio o el fin, tú decides
como la consideras, del eterno ciclo de muerte y renacimiento.
A través de la puesta en práctica de esta filosofía,
aprendemos a valorar nuestra existencia en el aquí y el ahora como un valioso tesoro, viviéndola con
dignidad y mejorando con el día a día en todos los aspectos. No te deprimas por
el pasado, ya no tiene solución, ni te angusties por el futuro, aún no llega,
vive el presente, la vida es corta y pasa rápido.
Para desarrollar nuestro potencial es necesario desplegar
una existencia considerada, solidaria e inspirada en un amor incondicional
hacia el prójimo, al fin de cuentas el morirá al igual que nosotros por lo
tanto porque no crecer y transformar nuestro interior por medio de actividades
hacia los demás.
Otro beneficio que nos proporciona el aprender sobre
la muerte es el controlar y enfocar nuestros instintos o deseos de tal manera
que nos permitan elevar nuestro estado de vida en lugar de hundirnos en las
profundidades de los vicios y evitando con esto las trampas del pensamiento hedonista o del pesimismo.
Para concluir esta disertación me permito citar a
Montaigne con su frase “Filosofar es aprender a morir” y recuerden lo que el
budismo enseña “Primero aprenda sobre la cuestión de la muerte y luego sobre
otros asuntos”.
Atte.
Mtro. Gerardo Audomaro Zetina Arceo.