martes, 29 de octubre de 2013

Los difuntos y el Budismo

EL CUERPO NACE DE LOS PADRES Y SE MANTIENE CON LOS ALIMENTOS, POR ELLO ES INEVITABLE QUE SE ENFERME, SE DETERIORE Y PEREZCA”
BUDHA
Benditos amigos, en la entrega de hoy se hará una reflexión sobre la muerte, aprovechando las fechas que se aproximan en las que se celebra a los difuntos, fechas en las que según muchas creencias, los espíritus de los fallecidos nos visitan.
Esta costumbre es propia de diferentes culturas, principalmente en Mesoamérica donde los Aztecas, Mayas y otros habitantes del Altiplano Mexicano  y la  Península Yucateca así como países de Centro y Sudamérica rendían culto a la muerte, aun en  la actualidad, ceremonias como las del Lago de Pátzcuaro en el estado de Michoacán, el Hanal Pixan (comida de muertos) en Yucatán, son tradiciones que persisten, en la Ciudad de México y estados circunvecinos se acostumbra comer en los cementerios sobre las tumbas o lápidas de los fallecidos para acompañarlos en estos días de visita, incluso, algunas personas llevan mariachi para alegrar el momento.
En Europa igualmente se conmemora la venida de los difuntos, recordemos que ahí inicio la tradición de celebrar a los difuntos en el mes de noviembre, esto lo podemos encontrar entre los Celtas y otros grupos étnicos de ese continente así como en Asia y Oceanía, donde los ancestros son respetados y venerados de distintas formas.
Con todo el respeto que se merecen todas las culturas y creencias quiero expresar mis percepciones acerca del mundo del más allá desde un contexto budista.
Recordemos que en entregas anteriores expresamos que la comprensión de la muerte es determinante en la comprensión de las enseñanzas del maestro raíz, o Buda Sakyamuni, para quién la muerte era una parte de la existencia, era dejar la envoltura corporal que ya no nos servía para ingresar a otros mundos según el efecto de nuestros actos (karma).
Así, en el momento de su muerte, el Budha, menciona “Discípulos míos, llega la hora de mi fin, pero no olvidéis que esta muerte es la muerte de la carne”, con esta declaración, Siddharta quería evitar que sus amados seguidores sufrieran por su ausencia corporal, quería iluminarlos acerca de la impermanencia de los fenómenos, de la Ley que nos enseña que todo lo que inicia termina, y el ser humano nace, se desarrolla y muere, esto es algo que nos enseñan en nuestras clases tempranas de biología, sin embargo lo olvidamos con el tiempo.
Ciertamente, como seres humanos que generamos sentimientos de amor, de deseo, de culpa y tantos otros, sentimos apego por nuestros seres queridos o por aquellos que consideramos personas importantes para el bienestar del mundo, es por ello que cuando estas personas fallecen sentimos que el mundo se nos viene encima, sentimos la pena de no verlos más, de no haber tenido la oportunidad en vida de decirles tantas cosas, o bien, de hacer otras tantas en su compañía.
La ignorancia del apego y del aferramiento propio nos hace sentir temor y miedo de solo pensar que tenemos que morir, en este caso, lamentamos el dejar de ver  nuestras queridas pertenencias, el ya no poder conducir el auto último modelo que adquirimos, sufrimos al pensar que nuestra pareja sentimental pueda tener otra persona que supla nuestra ausencia, ese es el peor de los sufrimientos. En ese momento de reflexión nos volvemos tan egoístas que no concebimos que las personas que se quedan en este mundo de sufrimiento tengan el derecho de continuar con sus vidas con las personas o fenómenos que sea necesario afrontar o confrontar.
Sin embargo, hay seres humanos que debido al sufrimiento físico o mental que llevan en su existencia, desean fervientemente la llegada de este momento sublime, la muerte. Perciben en el fenómeno de morir una liberación a sus penas y dolores y sin tomar en cuenta el que puedan generar sufrimiento en los seres que se quedan, incluso son capaces de concebir y organizar su propia  muerte.
En nuestro mundo igual tenemos aquellos que agradecen la muerte de sus seres queridos por visualizar este momento como la liberación del sufrimiento, principalmente debido a alguna enfermedad crónica o de las llamadas terminales, además, este momento lo analizan como una liberación del propio sufrimiento mental de ellos mismos por la tensión o presión que conlleva el cuidar de personas en este estado.
Pero así como existen personas que ven a la muerte como liberación de sufrimiento, hay otras que la ven como la oportunidad de tener las cosas, dinero o posesiones que dejará la persona en vías de morir, e incluso planean y ejecutan, en casos extremos, la muerte de sus seres “queridos”, sin analizar que crean un karma con efectos terribles para ellos en esta o futuras existencias.

Por otro lado, todos los seres humanos hemos sufrido la pérdida de algún ser cercano a nosotros que nos afecta al grado que muchos caen en depresión profunda al no ver más a sus seres queridos, tan es así, que  existen casos en los que la persona nunca se recupera, nunca acepta que somos seres temporales, al menos en nuestro aspecto corporal, y que con cada muerte que experimentamos, nuestro despertar o iluminación se encuentra más cercana.
Para el budismo el acto de morir puede significar el renacer en un mundo mejor, tal vez de los dioses o semidioses aunque también puede significar el quedarnos atrapados en el mundo de los espíritus ávidos, aquellos que no encuentran la luz de la Tierra Pura de Budha, en cualquiera de  sus emanaciones.
Dejamos en el olvido que estamos en este mundo saha como una oportunidad para liberarnos o alcanzar la iluminación que nos saque de la rueda del samsara, de los eternos renacimientos, olvidamos que alguna vez cuando hicimos el voto hacia nosotros mismos de practicar el Dharma nuestra meta final era la Bodichita Última, en beneficio de todos los seres sintientes.
En muchas ocasiones abandonamos nuestra práctica y al momento de partir, nos arrepentimos de nuestra acción porque vislumbramos nuestros futuros sufrimientos. Recordemos que esta es una oportunidad única de liberarnos del sufrimiento y alcanzar la liberación.
En el caso de generar karma destructivo, corremos el riesgo de renacer en alguno de los reinos inferiores: Los infiernos, el de los espíritus ávidos y de los animales, para el tema que tratamos, solo nos referiremos a los dos primeros reinos. En estos reinos los seres sintientes pueden renacer  como:
Seres infernales: (aquellos que se encuentran en alguno de los cuatro distintos tipos de infiernos según la creencia budista en cualquiera de sus doctrinas o sectas), estos seres se encuentran en diferentes tipos de infierno sufriendo penas de acuerdo con el karma generado en sus distintas vidas anteriores.
Espíritus ávidos: Estos seres pueden habitar en cualquier lugar, algunos son poderosos, pueden ver el futuro, otros tienen clarividencias contaminadas y poderes sobrenaturales con los que pueden ayudar o perjudicar a los seres humanos, por lo general padecen de seis clases de sufrimiento:
·         Calor intenso
·         Frio intenso
·         Hambre intensa
·         Sed intensa
·         Gran cansancio
·         Gran miedo.
Con respecto al hambre y sed intensas, estos seres pueden ver los alimentos y bebidas pero no pueden consumirlos, no hasta que algún ser piadoso se los dedique especialmente a ellos. Luego de reflexionar en estos dos reinos infernales, debemos incrementar nuestra motivación para alcanzar la intención última en beneficio de todos los seres sintientes incluyendo los habitantes de los reinos inferiores y los de los dioses y semidioses para quienes alcanzar la iluminación es difícil.
¿ no les suena familiar la costumbre de ofrendar a los difuntos alimentos, bebidas y otras substancias en las diferentes culturas que rinden culto a la muerte?
Reflexionemos en estos puntos y que los méritos acumulados se transformen en bendiciones y realizaciones para todos los seres sintientes.
Dedico los méritos generados por estas entregas para la liberación de todos los seres sintientes.

Gerardo Zetina Arceo

lunes, 21 de octubre de 2013

“LA COMPASIÓN ES LA MADRE DE TODOS LOS BUDAS, EL TESORO MAS PRECIADO DE LOS BODHISATVAS Y EL AMIGO INADVERTIDO DE LOS SERES MIGRATORIOS. ¡QUE LA COMPASIÓN ME PROTEJA!”
EL PRECIOSO ROSARIO DE CRISTAL
LAMA TAYANG
Benditos y sagrados días tengan todos, hoy me quiero centrar en platicar acerca  de un concepto que en la tradición budista, cualquiera que esta sea, es de vital importancia, sobre todo en el desarrollo del ser; es la base de la aspiración pura de todo practicante, sea monje, monja, laico o laica.
Incluso, en cualquier otra religión es una de las virtudes que se debe de practicar para poder aspirar a la santidad, o cuando menos, a no caer en el infierno o sufrir males peores.
Este concepto es el de la compasión, un concepto demasiado amplio aunque nominalmente sea de solo nueve caracteres, tan amplio que tocar el tema completo abarcaría una obra de varios centenares de hojas. En este breve espacio proporcionaremos tan solo una efímera idea que nos permita tan solo vislumbrar el portal de nuestra liberación y tal vez de la tan ansiada Iluminación.
Lo que hace tan importante a la compasión es el deseo común de todos los seres humanos, de librarnos del sufrimiento y poder ser felices, ansia a la que ya hemos aludido en anteriores entregas, esto significa el terminar con nuestros problemas, sin embargo, los seres humanos de la actualidad perciben con angustia y frustración que sus problemas en vez de disminuir se incrementan elevando con esto los niveles de sufrimiento e infelicidad de las personas por lo que éstas continúan una búsqueda estéril de resultados en el exterior aspirando a que con fenómenos materiales se pueda apaciguar este sufrir.
Los que somos practicantes budistas estamos convencidos de que la única y verdadera forma de librarse del sufrimiento y alcanzar la felicidad es a través del camino del Dharma, de su práctica de poder asentar nuestra mente y dominar nuestras desbocadas emociones, buscar la felicidad dentro de nosotros mismos, no fuera de nuestro ser.
Sin embargo, para poder lograr esta búsqueda debemos iniciar con sentir compasión por los demás seres sintientes. Al decir compasión no quiero significar pena o lástima, tampoco lo es el pobretear a las personas diciendo “pobrecito de Juan, mira que mal le va”, eso no es sentir compasión por los demás.
El sentir compasión tiene mucho de común con el término moderno utilizado por las ciencias de la conducta o del desarrollo humano conocido como empatía. Este término se define como ponerse en los zapatos de la otra persona, pero, ¿basta con esta conceptualización para decir que soy empático?, no,  no es suficiente.
En muchas ocasiones, y a manera de ilustración, recordemos que hay ocasiones en que  mencionamos, cuando nos encontramos con alguien que está sufriendo: “Oh, no sabes cuánto lo siento, se por lo que estás pasando”; sin embargo en ciertas situaciones no lo decimos de corazón, sino simplemente por mero compromiso social y es un hecho que no puedo compartir algo por lo que no he pasado o no siento como mío, eso no es ser empático ni sentir compasión por los demás.
El ser empático es que si tu lloras por algo me convierto en parte de ese sentimiento y lloro contigo, La compasión es algo parecido, aunque  superior, a veces, imposible de describir ya que no basta con una comprensión intelectual, es un sentimiento sublime que impulsa al ser a aspiraciones elevadas respecto a su práctica religiosa y con relación a los otros.
La compasión es  hacernos uno con el sufrimiento de los demás y desear con todo nuestro ser que esos seres se libren de sufrir y alcancen la felicidad, es desear poder ayudar a los otros a alcanzar estados plenos de gozo, aunque con desear no remediamos nada, también es importante el hacer, debemos hacer algo para que estos seres se libren del sufrimiento, esto es practicar la generosidad, virtud que va de la mano con la compasión y que será tema de otra entrega.
Sin embargo, dentro del contexto budista debemos preguntarnos si nosotros, simples hombres con conocimientos incipientes, ¿podemos lograr que los seres humanos dejen el sufrimiento y alcancen la felicidad, cuando de momento somos incapaces de soportar nuestro sufrimiento?; debemos reconocer con humildad que solo los Budas y Bodhisatvas son capaces de lograrlo puesto que ellos han alcanzado la realización de la Gran compasión, entonces generemos, con base en nuestra compasión, el sincero deseo de alcanzar la liberación y luego la iluminación con el único objeto de ayudar a los demás  seres sintientes.
Por este motivo, el Lama Tayang expresa que la compasión es la madre de los Budas y Bodhisatvas ya que sin esta motivación no estarían determinados a alcanzar la Budeidad o abrazar los votos del Bodhisatva para poder auxiliar a los seres sintientes en su búsqueda por alejarse del sufrimiento y alcanzar la liberación.
Este sentimiento nos motiva, como budistas a perseguir y alcanzar las Bodichitas, convencional  y última, que son el primer paso hacia la iluminación ya que la primera es el deseo superior de alcanzar la iluminación para poder librar a todos los seres del sufrimiento y la segunda es el deseo de que todos los seres dejen de sufrir.
Otra motivación importante es la práctica de la seis paramitas sin temor para poder  seguir los votos del Bodhisatva  como lo marcan las enseñanzas de Budha Sakyamuni y sus emanaciones. Si   para lograr lo anterior contamos con la guía de un maestro espiritual cualificado, el camino se nos hará más fácil y no quedaremos a merced de una mera interpretación intelectual que en lugar de ayudarnos con nuestra determinación sea un estorbo u obstáculo para alcanzar el fin último del Budismo.
Sin embargo, el camino para iniciarse en la práctica de la compasión es difícil ya que por lo general cuando pensamos en nuestra situación somos los más importantes y los demás pierden el valor que realmente tienen, esto se debe a nuestro aferramiento propio, a la estimación propia,  al apego y a la ignorancia que tenemos en nuestro interior.
Cuando comprendemos y aceptamos que mis sufrimientos son pocos y los seres sintientes son innumerables como arenas del Ganges, podemos visualizar nuestro sufrimiento como un insignificante grano de arena comparado con todos los granos que forman la playa.
Al meditar en esta situación, comenzamos a generar la compasión por los demás, si iniciamos por nuestros seres más cercanos, familiares,  amigos, enemigos o neutros, entonces nos preocupamos por hacer lo posible por que estos seres dejen el sufrimiento atrás, sentimos compasión por ellos y nos damos cuenta que no solo nosotros estamos inmersos en este mundo de pesares, y entonces nos preocuparemos por hacer felices a estos seres aunque sea con pequeñas acciones que salgan verdaderamente de nuestro interior y que fructifiquen en acciones virtuosas en beneficio de ellos, incluso nuestros méritos emanados de estos actos virtuosos debemos ofrendarlos para que estas personas alcancen la felicidad, de esta manera podemos ampliar poco a poco nuestra compasión hasta abarcar a la totalidad de todos los seres sintientes.
Amigos, meditemos en la compasión, descubramos que tan compasivos somos con la gente y hagamos un hábito el generar el voto de la compasión en nuestro diario vivir para poder alcanzar el mérito necesario para purificar nuestras acciones y veremos cómo nuestra vida cambia, nuestras relaciones mejoran y nos llenamos de paz y felicidad.

Que el Budha y sus emanaciones los colmen de bendiciones.