“EL CUERPO NACE DE LOS PADRES Y SE MANTIENE CON LOS ALIMENTOS, POR ELLO
ES INEVITABLE QUE SE ENFERME, SE DETERIORE Y PEREZCA”
BUDHA
Benditos amigos, en la
entrega de hoy se hará una reflexión sobre la muerte, aprovechando las fechas
que se aproximan en las que se celebra a los difuntos, fechas en las que según
muchas creencias, los espíritus de los fallecidos nos visitan.
Esta costumbre es propia de
diferentes culturas, principalmente en Mesoamérica donde los Aztecas, Mayas y
otros habitantes del Altiplano Mexicano
y la Península Yucateca así como
países de Centro y Sudamérica rendían culto a la muerte, aun en la actualidad, ceremonias como las del Lago de
Pátzcuaro en el estado de Michoacán, el Hanal Pixan (comida de muertos) en
Yucatán, son tradiciones que persisten, en la Ciudad de México y estados
circunvecinos se acostumbra comer en los cementerios sobre las tumbas o lápidas
de los fallecidos para acompañarlos en estos días de visita, incluso, algunas
personas llevan mariachi para alegrar el momento.
En Europa igualmente se
conmemora la venida de los difuntos, recordemos que ahí inicio la tradición de
celebrar a los difuntos en el mes de noviembre, esto lo podemos encontrar entre
los Celtas y otros grupos étnicos de ese continente así como en Asia y Oceanía,
donde los ancestros son respetados y venerados de distintas formas.
Con todo el respeto que se
merecen todas las culturas y creencias quiero expresar mis percepciones acerca
del mundo del más allá desde un contexto budista.
Recordemos que en entregas
anteriores expresamos que la comprensión de la muerte es determinante en la
comprensión de las enseñanzas del maestro raíz, o Buda Sakyamuni, para quién la
muerte era una parte de la existencia, era dejar la envoltura corporal que ya
no nos servía para ingresar a otros mundos según el efecto de nuestros actos
(karma).
Así, en el momento de su
muerte, el Budha, menciona “Discípulos míos, llega la hora de mi fin, pero no
olvidéis que esta muerte es la muerte de la carne”, con esta declaración,
Siddharta quería evitar que sus amados seguidores sufrieran por su ausencia
corporal, quería iluminarlos acerca de la impermanencia de los fenómenos, de la
Ley que nos enseña que todo lo que inicia termina, y el ser humano nace, se
desarrolla y muere, esto es algo que nos enseñan en nuestras clases tempranas
de biología, sin embargo lo olvidamos con el tiempo.
Ciertamente, como seres
humanos que generamos sentimientos de amor, de deseo, de culpa y tantos otros,
sentimos apego por nuestros seres queridos o por aquellos que consideramos
personas importantes para el bienestar del mundo, es por ello que cuando estas
personas fallecen sentimos que el mundo se nos viene encima, sentimos la pena
de no verlos más, de no haber tenido la oportunidad en vida de decirles tantas
cosas, o bien, de hacer otras tantas en su compañía.
La ignorancia del apego y
del aferramiento propio nos hace sentir temor y miedo de solo pensar que
tenemos que morir, en este caso, lamentamos el dejar de ver nuestras queridas pertenencias, el ya no poder
conducir el auto último modelo que adquirimos, sufrimos al pensar que nuestra
pareja sentimental pueda tener otra persona que supla nuestra ausencia, ese es
el peor de los sufrimientos. En ese momento de reflexión nos volvemos tan
egoístas que no concebimos que las personas que se quedan en este mundo de
sufrimiento tengan el derecho de continuar con sus vidas con las personas o
fenómenos que sea necesario afrontar o confrontar.
Sin embargo, hay seres
humanos que debido al sufrimiento físico o mental que llevan en su existencia,
desean fervientemente la llegada de este momento sublime, la muerte. Perciben en
el fenómeno de morir una liberación a sus penas y dolores y sin tomar en cuenta
el que puedan generar sufrimiento en los seres que se quedan, incluso son
capaces de concebir y organizar su propia muerte.
En nuestro mundo igual
tenemos aquellos que agradecen la muerte de sus seres queridos por visualizar
este momento como la liberación del sufrimiento, principalmente debido a alguna
enfermedad crónica o de las llamadas terminales, además, este momento lo
analizan como una liberación del propio sufrimiento mental de ellos mismos por
la tensión o presión que conlleva el cuidar de personas en este estado.
Pero así como existen
personas que ven a la muerte como liberación de sufrimiento, hay otras que la
ven como la oportunidad de tener las cosas, dinero o posesiones que dejará la
persona en vías de morir, e incluso planean y ejecutan, en casos extremos, la
muerte de sus seres “queridos”, sin analizar que crean un karma con efectos
terribles para ellos en esta o futuras existencias.
Por otro lado, todos los
seres humanos hemos sufrido la pérdida de algún ser cercano a nosotros que nos
afecta al grado que muchos caen en depresión profunda al no ver más a sus seres
queridos, tan es así, que existen casos
en los que la persona nunca se recupera, nunca acepta que somos seres
temporales, al menos en nuestro aspecto corporal, y que con cada muerte que
experimentamos, nuestro despertar o iluminación se encuentra más cercana.
Para el budismo el acto de
morir puede significar el renacer en un mundo mejor, tal vez de los dioses o
semidioses aunque también puede significar el quedarnos atrapados en el mundo
de los espíritus ávidos, aquellos que no encuentran la luz de la Tierra Pura de
Budha, en cualquiera de sus emanaciones.
Dejamos en el olvido que
estamos en este mundo saha como una oportunidad para liberarnos o alcanzar la
iluminación que nos saque de la rueda del samsara, de los eternos
renacimientos, olvidamos que alguna vez cuando hicimos el voto hacia nosotros
mismos de practicar el Dharma nuestra meta final era la Bodichita Última, en
beneficio de todos los seres sintientes.
En muchas ocasiones
abandonamos nuestra práctica y al momento de partir, nos arrepentimos de
nuestra acción porque vislumbramos nuestros futuros sufrimientos. Recordemos
que esta es una oportunidad única de liberarnos del sufrimiento y alcanzar la
liberación.
En el caso de generar karma
destructivo, corremos el riesgo de renacer en alguno de los reinos inferiores:
Los infiernos, el de los espíritus ávidos y de los animales, para el tema que
tratamos, solo nos referiremos a los dos primeros reinos. En estos reinos los
seres sintientes pueden renacer como:
Seres
infernales: (aquellos que se encuentran en alguno de los cuatro
distintos tipos de infiernos según la creencia budista en cualquiera de sus
doctrinas o sectas), estos seres se encuentran en diferentes tipos de infierno
sufriendo penas de acuerdo con el karma generado en sus distintas vidas
anteriores.
Espíritus
ávidos: Estos seres pueden habitar en cualquier lugar, algunos
son poderosos, pueden ver el futuro, otros tienen clarividencias contaminadas y
poderes sobrenaturales con los que pueden ayudar o perjudicar a los seres
humanos, por lo general padecen de seis clases de sufrimiento:
·
Calor
intenso
·
Frio
intenso
·
Hambre
intensa
·
Sed intensa
·
Gran
cansancio
·
Gran
miedo.
Con respecto al hambre y sed
intensas, estos seres pueden ver los alimentos y bebidas pero no pueden
consumirlos, no hasta que algún ser piadoso se los dedique especialmente a
ellos. Luego de reflexionar en estos dos reinos infernales, debemos incrementar
nuestra motivación para alcanzar la intención última en beneficio de todos los
seres sintientes incluyendo los habitantes de los reinos inferiores y los de
los dioses y semidioses para quienes alcanzar la iluminación es difícil.
¿ no les suena familiar la costumbre
de ofrendar a los difuntos alimentos, bebidas y otras substancias en las
diferentes culturas que rinden culto a la muerte?
Reflexionemos en estos
puntos y que los méritos acumulados se transformen en bendiciones y realizaciones
para todos los seres sintientes.
Dedico los méritos generados
por estas entregas para la liberación de todos los seres sintientes.
Gerardo Zetina Arceo